Un Crimen en la Alta Sociedad
En la madrugada del 1 de agosto de 1980, Manuel de la Sierra y María Lourdes de Urquijo, los marqueses de Urquijo y dueños de una de las mayores fortunas del país (Banco Urquijo), fueron asesinados a tiros mientras dormían en su lujoso chalé de Somosaguas (Madrid). El marqués recibió un disparo en la nuca; la marquesa, uno en la boca y otro en el cuello. La aparente falta de móvil, el robo de unas joyas de escaso valor y la precisión del crimen desconcertaron a los investigadores.
La Pista del Yerno: Rafi Escobedo
La investigación dio un giro cuando las sospechas recayeron en Rafael "Rafi" Escobedo, yerno de los marqueses. Escobedo estaba en un tormentoso proceso de divorcio de Myriam de la Sierra, la hija de los marqueses, y según la acusación, odiaba a su suegro por obstaculizar la relación y por motivos económicos. Tras meses de investigación, la policía encontró un casquillo en la finca de su padre que coincidía con los del arma del crimen. Escobedo fue detenido y, según la policía, confesó ser el autor, aunque él siempre mantuvo que esa confesión fue obtenida bajo coacción.
El Juicio, la Condena y el Suicidio
"Yo no maté a nadie. Soy inocente. Se ha cometido un error." - Rafael Escobedo.
En 1983, Rafi Escobedo fue condenado a 53 años de cárcel como autor del doble asesinato. Su amigo, Javier Anastasio, fue acusado de ser coautor y de proporcionarle el arma, pero huyó de España antes del juicio y nunca fue juzgado. El mayordomo de la familia, Vicente Díaz, fue condenado por encubrimiento. El caso dio un giro aún más oscuro en 1988, cuando Escobedo apareció ahorcado en su celda de la cárcel de El Dueso. Aunque la versión oficial fue suicidio, la familia siempre ha defendido que fue un asesinato para silenciarlo, ya que planeaba contar "toda la verdad".
Un Misterio Sin Resolver
Más de 40 años después, el caso sigue lleno de incógnitas. ¿Actuó Rafi solo? ¿Cuál fue el verdadero móvil? ¿Por qué huyó Javier Anastasio y quién pudo ayudarle? El crimen prescribió en 2005, llevándose consigo la posibilidad de encontrar respuestas definitivas y dejando la sensación de que el culpable, o los culpables, nunca pagaron realmente por el crimen.